jueves, 28 de agosto de 2008

Carmen Conde, el erotismo y la sensualidad




A Albertico Lauro, que me habló
del tema y me dio las coordenadas.


Ciento un años acaban de cumplirse del natalicio de la gran poeta Carmen Conde (Cartagena, 1907-Madrid, 1996) y en la España progresista y desinhibida de los últimos tiempos han salido a la luz pública los intríngulis de la vida amorosa de quien fuera, en 1978, la primera mujer electa como académica de número de la Real Academia Española. José Luis Ferris ha publicado en la editorial Temas de Hoy la biografía Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidada, donde deja al descubierto, entre otras cosas, su pasión hacia Amanda Junquera, quien sería la amante y la musa de la poeta cartaginesa por más de cincuenta años.
Que no llevaba Carmen una vida secreta, afirma Ferris, pero que tampoco podía enarbolarla en la sociedad conservadora de principios del siglo pasado. Sin embargo, fue la primera mujer que en la España de la posguerra se atrevió a tratar el erotismo y la sensualidad de manera abierta. Hace unos días comentaba que era un ejercicio interesante atisbar, entre líneas, en la poesía de Gabriela Mistral las alusiones a sus posibles amores femeninos y asombra ver la claridad con la cual, no sin algunos artilugios, versa en ese género la Conde.
Dice, además, su biógrafo que a pesar de haberse casado en 1931 con el poeta Antonio Oliver Belmás, junto a quien fundó la Universidad Popular de Cartagena y su órgano, la revista Presencia, intercambiaba cartas y amoríos con la también poetisa española Ernestina de Champourcín, quien alguna vez le pidió que se fugaran juntas. Ernestina fue una de las tres únicas mujeres aceptadas por Gerardo Diego en la antología que sustentó y perpetuó a la Generación del 27. La editorial Castalia publicó, con edición de Rosa Fernández Urtasun, el Epistolario (1927-1995) entre ambas poetas que es, más que un compendio de confesiones íntimas, un invaluable fresco de la época y de la pléyade que rodeó a Juan Ramón Jiménez.
Cuentan que las amistades de Carmen, consideradas un poco libertinas para la época, sacaban de sus casillas al poeta Oliver. Una carta, todavía siendo novios, da cuenta de ello: “Estoy harto de tu amiga Ernestina, de Berta [la rapsoda ruso-argentina Berta Singerman], de J. R., de Miró, del Club […] Precisamente esta tarde me he enterado de los cafés que frecuentaba en Madrid Concha Méndez. Que no sepa yo que te vas con Maruja Mallo”.
Y como suelen ser las cosas de la vida cuando la fuerza del destino las alumbra, cuando Oliver marchó como voluntario al frente republicano, Carmen conoció a Amanda Junquera, esposa del catedrático de la Universidad de Murcia Cayetano Alcázar, y aunque nunca compartieron una “vida de pareja”, ya no se separarían hasta que la muerte se llevó a Amanda en 1986. En ese tiempo vieron la luz sus poemarios Ansia de la gracia (1945) y Mujer sin edén (1947).
Muy amiga fue también la Conde de la mismísima Gabriela Mistral, quien años antes leyera en exclusiva el manuscrito de su primer poemario, Brocal (1929), y prologara el segundo, Júbilos, editado en Murcia, en 1934, por la colección Sudeste, la misma donde Miguel Hernández publicó Perito en lunas.
Soy de quienes creen que las opciones sexuales y los chismes que de ellas se derivan forman parte sólo de la vida íntima y de las charlas de café. Sobre todo en casos como el que nos ocupan, donde el lirismo fino, el riguroso oficio y la sensibilidad trascienden cualquier condicionamiento otro. Es un placer compartir hoy con ustedes la poesía inmortal y sin etiquetas de Carmen Conde.




ADOLESCENTES

Sobre la eterna piedra del mundo tan compacto
la traza débil, fresca, de tu desnudo cuerpo.
Todo es muy duro y agrio, se rebela enemigo,
y te alzas tan joven y segura, tan tierna...
No es verdad que las flores luchen siempre calladas.
Ellas gritan su olor y se mueren temprano,
cuando tú, que eres más, sufres doble que ellas
y además mueres tarde, porque ya te marchitas.



OFRECIMIENTO

Acércate.
Junto a la noche te espero.
Nádame.
Fuentes profundas y frías
avivan mi corriente.
Mira qué puras son mis charcas.
¡Qué gozo el de mi yelo!



PRIMER AMOR

¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!
Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Esta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
¡Abismo y solo abismo
de ti hasta la muerte!
¡Tus brazos!
Son tus brazos los mismos de otros días,
y tiemblan y se cierran en torno de su cuerpo.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido
de cosas que tú ignoras,
de mundos que lo mueven...
¡Oh pecho de tu cuerpo, tan firme y tan sensible
que un vaho lo pone turbio
y un beso lo traspasa!
¡Si nunca nadie dijo que así se amaba tanto!
¿Podías tú esperar que ardieran tus cabellos,
que toda cuanta eres cayeras como lumbre
en un grito sin cifra,
desde una cordillera gritada por la aurora?
¿Ceniza tú algún día? ¿Ceniza esta locura
que estrenas con la vida recién brotada al mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo
para quemar el cielo subiéndole la tierra.



LLUVIA EN MAYO

¡Cuán hermosa tú, la desvelada!
Te lleva y te moldea dulce viento
encima de jardines y de estatuas.
Tu cuerpo es el de Venus en la orilla
eternamente mar dentro del alba.
Acude siempre a mí, séme propicia.
La fiesta de las hojas en sus ramas
te rinden los esbeltos soñadores
que en movibles racimos se levantan.
No tengo ni una flor... Sólo mi tronco
aloja por frutal una campana.
Lluvia que contemplo, melancólica:
no crezcas para mí. Vivo inundada.



ENCUENTRO

¡Gloria de tu hallazgo!
Bautismo inicial de la primavera
en oleaje de pájaros.
Se movieron las selvas inefables.
Se deshizo el otoño de sus plumas
cubriendo inviernos cándidos.
Venías tú, gentil criatura,
desnudando los ríos a tu paso.



FUGA EN LOS JARDINES

Las más jóvenes, deseándoos, avanzan
por estas avenidas de árboles fragantes.
Evaden primavera que a las flores oxida
con un ardor oliendo a frutas, a corceles. ..
¡Qué salvaje presencia la de las hembras púberes
entre glicinias cálidas, entre celindas vívidas!
Exigen que las amen, que las sigan corriendo
para volcarles júbilos sobre la orilla ebria.

¡Muchachas, corred más: corred hasta la aurora!
Estos grandes varones de los pechos revueltos
ansían desgranaros, ¡oh mazorcas crujientes!,
con su hambre de bocas y su hambre de frutos.
Hasta el río, que es tajo delimitando sueños,
huele a amor ya festines...

Han temblado los álamos al estallar unánimes
los oscuros latidos de dobles ruiseñores.
Los regazos del musgo, el frior de los juncos,
contemplando el encuentro aceleran su verde.
Es un cántico trémulo, en gargantas sorbido
por el amor abierto en mitad de la selva.

¡Corred siempre, muchachas, que el seguiros excita
el ardor de cogeros, suyas todas, a hombres
que de fieros esgrimen el ademán tan sólo!
Y envolveos en ropas de blanco lino puro
para mojar con ellas esos cuerpos calientes,
y amanecer ceñidas, ante el amor que vibra,
por el celo del agua posesor de las vírgenes.



LO INFINITO

Tú vives en el alba.
Los pájaros te aclaman.
De túnicas de aves te viste la alegría.
¡Qué aurora la que exaltas!
¡Qué noble luz la tuya!
Te escuchan las mañanas y las noches
porque eres como un cirio,
porque eres como un corzo.
Sentirte a ti que pasas
rozándome las rosas y los ayes...
Doler en tus rodillas, estrujada
por riscos y malezas.

Y que un céfiro de alondras venga dulce,
que tú llegues aventando mis heridas...
Ser mujer y tuya, ¡qué inefable
fundirse la conciencia entre tus brazos!

miércoles, 13 de agosto de 2008

Cristina Peri Rossi, Oscuro animal de los instintos

Cristina Peri Rossi


Cristina Peri Rossi
Habitación de hotel
Barcelona, Plaza Janés, 2007,
78 pp.



En La Central, esa hermosa librería del Raval, uno de los barrios tradicionales de Barcelona, compré el año pasado el poemario Habitación de hotel de la multipremiada y prolífica uruguaya radicada en España Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), una de las pioneras de la literatura homoerótica en América Latina, considerada además un verdadero icono de la cultura posmoderna. Ganador del XI Premio de Poesía de la Ciudad de Torrevieja, el libro está lleno de una melancolía que a ratos se transforma en rabia; es un libro rabioso, la crónica poética de estos años de principios de siglo a las seis décadas de vida de la poeta.
Desde los epígrafes mismos, el objetivo y el tono quedan claros. El de José Manuel Caballero Bonald postula: “Así al menos restauras/ una porción estable del pretérito:/ fragmentarias nociones/ de felicidad, rudimentos/ de cuerpos bienamados, noches/ equívocas, inercias, ansiedades”. El de Wallace Stevens: “La poesía es un esfuerzo del ser insatisfecho por encontrar satisfacción mediante las palabras”. De eso se trata, en efecto: de una especie de paisaje en ruinas después de un bombardeo, del cual Peri Rossi trata de rescatar fragmentos no siempre gloriosos ni amables y en el cual las palabras suelen ser alivio perentorio, provisional.
Ellas, las palabras, dan la primera pista: “sólo me crecen los años y los libros”, dice la autora en el poema inicial, “Mi casa es la escritura”, el cual habla, como todo el libro, de dolorosos tránsitos y pérdidas.


Mi casa es la escritura
[…]
el único fuego que no se extingue.

Mi casa es la escritura
casa de cien puertas y ventanas
que se cierran y se abren alternadamente
[…]
donde yacer
con la única compañía que no falla:
las palabras.




Y de inmediato aparece la nostalgia:


Ahora
en los días melancólicos
de tu ausencia

busco en el diccionario
no ya los objetos
que nos pertenecieron
[…]
sino el nombre del perfil
que dibuja la lluvia en mi ventana
(“Lectura del diccionario”)


Cuartos de hotel, aeropuertos, bares de la madrugada, juegos de computadora y comunicaciones virtuales… lugares para solitarios, son los escenarios del amor y el desamor, de la desesperanza. Un inventario de pérdidas, poesía que canta al dolor más que al regocijo, a la amargura de un medio siglo trunco:

Una vez perdí una guerra
perdí una ciudad
perdí un país
perdí una casa
perdí cinco mil libros
perdí a mis amigos
perdí un amor.
No es cosa ahora, a los cincuenta,
de perder también el insomnio
que me da la vida.
(“Noche de insomnio”)


El medio siglo es parada de análisis, pero no de reconciliación: “A los cincuenta/ ya nada es romántico/ todo el mundo ha aceptado el fracaso/ la hipoteca/ el matrimonio vulgar”, confiesa la autora en “Amor contrariado”:


Cuando a las dos de la mañana
te llamo por teléfono
desesperadamente
para decirte que haría el amor hasta morir
detesto que como un reloj cucú me des la hora
me preguntes
si he tomado la pastilla para dormir
si he ido al médico
si he entregado por fin
el artículo del periódico
si he cenado
bajo en colesterol.

Si hubiera hecho todas esas tonterías
estaría igualmente insatisfecha […]


Dura poética del dolor, de la insatisfacción, de los padecimientos físicos y emocionales de la edad adulta, de la vejez solitaria. Con una rudeza sin piedad, golpe tras golpe, Peri Rossi desdibuja un panorama desolador, implacable, desencantado, donde incluso alguna nueva conquista amorosa o recuerdo hermoso es considerado sólo “como una pausa/ como una tregua que la muerte/ le concede al goce”.
Es Habitación de hotel retrato y crítica a la vida posmoderna: la marca insoslayable de la soledad, la pornografía televisada, la anorexia como noción de lo bello, la ansiedad como norma, los juegos de computadora que sustituyen al deseo, los virus que se inoculan por medio de mensajes amorosos: “[…] ahora, en lugar de las cálidas noches desnudas/ sorbiéndonos los sexos,/ enhebro palabras en la pantalla del ordenador/ como las cuentas de un abalorio vaginal”, dice la autora en “Bookworm Deluxe”; y en “Nocturno urbano” cuestiona esta civilización en la que nos desintoxicamos pasando “de los orgasmos/ a los somníferos” y nos tienta, ya no tan escondido, el oscuro animal de los instintos:


Extraña civilización ésta
en la cual a las dos de la mañana
de cualquier martes
de cualquier jueves
o domingo
cientos de miles de personas
están circulando por la red
con mensajes abreviados
en lugar de tocarse
mamarse lamerse acariciarse.


A continuación les comparto algunos poemas de este excelente cuaderno, impactante, que difícilmente conseguiremos de este lado del Atlántico, debido a esa absurda compartimentación geográfica que estilan ahora los distribuidores de la literatura y que, la mayor parte de las veces, nos priva de conocer lo que se publica en el Viejo Continente.



BOOKWORM DELUXE

Te he cambiado por el Bookworm Deluxe;
ahora, en lugar de las cálidas noches desnudas
sorbiéndonos los sexos,
enhebro palabras en la pantalla del ordenador
como las cuentas de un abalorio vaginal.
AMOR, cien puntos;
OLVIDO, quinientos;
DESAMOR, seiscientos.
Caen las letras como la saliva caía en nuestros cuerpos
las fichas rojas anuncian un incendio que ya no es
de nuestras vulvas
y drogo mi insomnio senil
con la musiquita del ordenador
como antes escuchaba en mi hombro
tu respiración.
Te he cambiado por el Bookworm Deluxe
y te aseguro, me va bien el cambio:
como las grandes catástrofes
una vez que han pasado,
se siente dolor,
pero ya no se tiene miedo.


CENTINELA

Aquí todavía estoy contigo
en esta casa o útero materno
donde antes nos amábamos
entre las paredes que me aíslan
planta de invernadero que no tolera el frío.

Aquí todavía estoy contigo
custodiando el fuego del hogar
escribiendo y desescribiendo
cual Penélope en el telar del amor.

Vanos príncipes vanas princesas
golpean la puerta que no abro
pretendientes de un cuerpo que fue tuyo
que fue mío
que sigue siendo mío que sigue siendo tuyo.
Aquí todavía estoy contigo
entre las paredes que guardan las huellas del amor
como el código Amurabi
Me he quedado sola en nuestra casa
como el último soldadote una guerra ya perdida.

Velo las armas del amor
Velo los iconos de una religión ya sin oficiantes
feto desprendido de tu vientre
sudor de tus entrañas
Aquí, dentro de esta casa que todos llaman útero
—inesperadamente lúcidos—.
En el útero no hace frío.
En el útero no hay corrientes
En el útero duermo nado sonrío me quejo
me abrigo me unto me amparo me protejo.
Es posible que como los niños torpes
pasados los nueve meses no quiera salir,
digo, los nueve siglos.


MADUREZ

Contra la anorexia adolescente
el esplendor de la carne madura
abundante plena opípara
espléndido regalo de las diosas amables
a las señoras
de más de cuarenta años.


HOTEL CONQUISTADOR

La última noche
el vestíbulo iluminado

la gran araña central brillando

los sofás de fieltro engalanado

la música suave de la esterofonía

y aquel muchacho gay que nos miró con comprensión

trajo champagne

trajo dos copas

y nos invitó a brindar

Nos miramos con turbación
con asombro
con complicidad

No dijimos nada
sólo sonreímos

pero aquella noche
el mundo era plácido
cómplice benigno

aquella noche
en el hotel Conquistador

(ciudad de Córdoba, año dos mil seis)

durante un tiempo breve
como la luna

como el canto del agua en las fuentes moras

la paz era posible
el silencio tenía acordes

y el futuro parecía una seda
todavía núbil.


LITERATURA II

“Todo lo conviertes en literatura”
me reprochas, llorando

“cuando te deje, seguro que escribes
una novela contra mí”

no exageres, mujer

no da para una novela

quizás sólo para algún poemita

que luego leeré en público

y nadie sabrá que eras tú.

“Todo lo conviertes en literatura”
me reprochas, llorando

“cuando te deja vas a escribir contra mí”

entonces no me dejes,
te digo, besándote los ojos.